
En esta ocasión, el azar quiso que la familia Pérez Sánchez se sometiera a las pruebas de esfuerzo aplicadas, que incluían un escenario extraordinariamente estresado, resistiendo con cierta dificultad a dicho ensayo. "Era como probar un puente y colocar 60 camiones encima llenos de sacos de arena. No porque se vaya a pensar que van a pasar, sino para probarlo".
Ana Sánchez al levantarse cada acude a su cita rutinaria, el baño. Mientras está sentada sobre canto del retrete, siente el precipicio bajo sus piernas, no sin antes percibir cierto estremecimiento en su cuerpo, titubeando de si será capaz de llevar a cabo su quehacer diario.
Juan Pérez después de comer, se tumba en sillón. Mira cansado las llaves del coche que le esperan colgadas en la argolla, sujetas a su cadena. En algún instante a duermevela, piensa en retirar todos sus bienes y evadir no solo sus impuestos, sino él también.
La joven Inés Sánchez Pérez que prepara todas las mañanas su mochila antes de ir al instituto, observa con detenimiento sus cosas revueltas por la habitación y en ese momento duda de qué utilidad tiene lo que aprende, aspirándo a encerrarse en su cuarto escuchando música.
La abuela Ángela sentada en su sofá, ve y oye cualquier programa de la tele sin mirar y escuchar. Aguarda el momento en el que el deceso haga su gran aparición, dando el último respiro a su cuerpo pesado.
Cuando se observa a esta familia desde el ojo de una cerradura, se demuestra que su vida no es una previsión, es solo una prueba que ayuda a despejar dudas, midiendo la fortaleza de su sistema de ánimo y esperanza. Aunque a veces, solo se perciba la avidez de esfumarse y desertar.