martes, 28 de diciembre de 2010

Aprendiz de persona



Pierre-Auguste Renoir

Se había propuesto terminar y comenzar el nuevo año, viajando de festival en festival. Cuando le propusieron participar en el coro de villancicos de su pueblo, lo encontró una nadería, sin el valor y la importancia que con el paso de los meses de ensayos y pruebas, aquel acontecimiento protagonizaría en su vida. El enfoque minimalista del evento que halló las primeras semanas de octubre, se tornaría en un suceso considerable como medio de enriquecimiento personal.

La primera velada tuvo lugar en el Auditorio de su pueblo. Deslizó el telón para echar un vistazo a los espectadores mientras ocupaban sus butacas y comenzó a temblar. Se notaba muy exaltada. Intentó recordar los villancicos pero en ese momento no pudo ubicarse y advertir alguna palabra en su mente. Intentó relajarse olvidando el miedo que le producía estar en ese escenario, por tanto, procuró dejarse llevar, no pensar en nada, exprimiendo aquel momento y sin importarle donde se encontraba.

Y así comenzó la actuación, perdiendo la mirada hacia el final de la sala para no sentir la inspección de sus amigos y vecinos. Sobre todo algo le quedó claro: siempre tantearía alguna pretensión, nunca se cansaría de aspirar a algo más. Persona nada más, propósitos entre algunos deseos, a pesar de que no siempre cumpliría con sus promesas y sus pies a veces caminarían sobre polvo ardiente. Así como su espíritu y cuerpo serían dañados física y moralmente por mentiras y dichos, nunca se sentiría destronada, siempre repararía como aprendiz de persona eternamente.


Feliz año nuevo.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Movimiento alternativo




Después de dieciséis años aún continuaba mirándola de soslayo mientras se desnudaba en el momento de meterse en la cama. Aprovechaba aquellos instantes para contemplar algo de carne, sobre todo en invierno, cuando portaba capas y capas de ropa. Y así, en el interior de la cama se descubrían desnudos.

Sus manos se ensanchaban para aferrar su cuerpo, buscando y encontrando su espalda e inmediatamente sus caderas. Ella sentía un agradable estremecimiento al primer contacto con sus manos. Y él pensaba: "No es que carezca de sentido de culpa, pero la verdad es que no me atormento. Las sensaciones vienen y se van, son aves migratorias, y cuando vuelven, si vuelven, ya no son las mismas. Se fueron frescas, espontáneas, recien nacidas, y regrasan maduras inevitablemente programadas. Entonces, ¿a qué ahogarse en el deber?".

Ella reacciona dominando por entero, todo el perímetro de su espalda. Y mientras, piensa: "Todo eso lo sé. Y sin embargó en mi, hay una vocación de permanencia, que por otra parte nunca he visto cumplida. Es obvio que el futuro está lleno de amenazas, de riesgos, de inseguridades pero yo creo, para mi uso personal, un cielo despejado. De lo contrario, el goce se me gasta antes de tiempo. Tu te aferras al instante, ése es tu estilo. Mi instante, sin embargo, quiere ser prólogo de otro, aunque lo más probable es que luego ese otro instante no comparezca. Algo o alguien puede matar mi futuro".

En el espacio reducido de su cama él la besa, sintiendo que su amor a pesar de ser grande cabe en ese lugar tan reducido, como es el colchón de amar equivalente a un mar de pasiones. Como la ventana desde la que se mira con atención y medita sobre la inmensidad del mar.

Y en la calma consecutiva, se dicen: "Qué importa si es o no repetición, qué importa si es prólogo o desenlace. Estamos, somos, uno a uno. Dejemos que la muerte nos odie desde lejos. Uno más uno, une. Se unen pues. El mundo queda fuera, con sus culpas, sus deberes y sus ropas".


Mario Benedetti, Vaivén.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Superar pruebas



David Hammerstein


"Creer que la mujer es el sexo "débil", inferior al hombre, es un error. Las mujeres nos superan en todo menos en una cosa: el mal rollo de envejecer. En inteligencia, resistencia, criterio, determinación, nos superan. Sólo en la etapa de la vejez el hombre logra llevar su deterioro mejor que la mujer. En algo teníamos que ganarlas".

Esa semana, su esposa decidió hacer el boicot de la carne y el único amparo posible, él lo encontró entre "las hermanitas de la caridad". Conocía las estadísticas entre una de las poblaciones más civilizadas: los suecos. Teniendo en cuenta el clima, la comida que tienen y el haber prohibido la prostitución, se suicidaban más que nadie. Descubrió lo que hasta entonces para él era desconocido: hasta los animales, algunas especies de pingüinos, intercambian sexo por piedras adecuadas para la construcción de nidos. Aquello le ayudó a encontrarse menos culpable.

Para no sentir que había cometido un delito, recordó que en Babilonia todas las mujeres tenían la obligación, al menos una vez en su vida, de acudir al santuario de Militta, para practicar sexo con un extranjero como muestra de hospitalidad, a cambio de un pago simbólico. Sus sacerdotisas, que se habían consagrado vírgenes al servicio del templo, fornicaban con aquellos que habían dejado en el templo una ofrenda económica a la diosa.

Y continuó reflexionando: "Los griegos, desde Parménides, cometieron el error de postular que la realidad es racional. No lo es. Toda la física del siglo xx está demostrando que el mundo, la materia, los átomos, la energía, no se comporta de modo reacional"."El cerebro está organizado con una complejidad muy superior a la información con que tratamos de entenderlo. Lineal es 2+3+7=12 o sujeto-verbo-predicado; con eso se escribe, se filosofa, se construyen coches y se toma un tren con puntualidad, pero no se entiende el mundo".

Así es como él entendía su relación: reconocía la superioridad de su mujer, como la del agua sobre el fuego, pero se confesaba incapaz de entenderla y de “obedecerla” para conseguir el buen funcionamiento de la vida en común. La veía como la que realmente rompe, seduce y manda… y a él, sólo le quedaba la impresión de que podía tomar la iniciativa, algo de lo que también ella haría uso.


Basado en el libro "Sobrevivir a un gran amor, seis veces" Luis Racionero.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Sin madurar

Aún estaban por llegar las noches felices con la gente que amaba o tal vez, la quincallería amistosa con buenas personas en el trabajo, entre los amigos de muchos años y en la familia con toda clase de comodidades. Pero a estas alturas ya estaba cansada.

Cansada de aquellas imágenes del pasado que tenía en la memoria. Cansada, sobre todo, de la misma predisposición, de estar siempre con idéntica manifestación de ánimo. De situarse, la mayoría de días de la semana, mirando con ojos muy similares los semáforos, el perro del vecino que siempre aúlla no solo para ella, si no para todas las que le preste la atención suficiente. Inventando maniquíes para exhibir diferentes modelos marchitados.

Pero los próximos días estaba dispuesta a bailar, a saltar y cantar. La música sería el modo más sencillo y reaccionario para restituir parte de su entonar. Emborrachándose del entusiasmo que encontraba en los bares, en distintos puff, conseguiría expresar una bella armonía, que ponía de manifiesto cierta sensualidad, mediante su sonrisa, sus caderas, sus brazos, sus ojos a veces cerrados.


Supiste quién era antes de que yo empezara a sospecharlo. Ahora caminando por lejanas y míticas ciudades, soy tu triunfo. Vos hiciste esa figura que recorre lugares que nunca conocerás, pero son sólo tuyos para siempre. Vos los soñaste yo los conozco. Para mí las fachadas, para vos el deseo, lo único posible de ser llamado eternidad.

Juana Bignozzi



domingo, 12 de diciembre de 2010

Retrato de mujer



Maruja Mallo

Aquella noche se fue la luz. Últimamente el generador próximo a su casa fallaba con bastante frecuencia y los apagones resultaban especialmente incómodos. Solo deseaba que algunos de los fenómenos metereológicos (rayos, viento, lluvia) causantes de tal desastre pasaran y las condiciones climatológicas cambiaran.

También el ordenador encendido interrumpió la imagen, por lo que una vez restaurada la conexión, tendría que arrancar el aparato en "modo seguro", ya que al apagar el sistema a "saco", se dañaría algún archivo o aplicación de inicio.

Pero en esta ocasión, más que buscar apresuradamente en la oscuridad, una vela para no sentirse totalmente desamparada, chocando con cualquier mueble, se mantuvo sentada en la silla, con la escasa luz que entraba por la ventana. Y así continuó, sin avistar las rosas rojas de diciembre en el jardín, sin rememorar su cara tallada en el deseo sofocante. Y esperó a que llegase la luz, teniendo la certeza de que le dió su corazón pero él reclamaba sus sueños, concediendole su deseo pero más tarde él determinó que sería la esperanza, aquello que le exigiría con insistencia.

Más tarde se cercioró de que había muchas maneras de perder a una persona, aprendiendo a protegerse de su propio dolor como del miedo cerval que siempre construyó sobre la oscuridad.


He aquí el amor. Repito: He aquí el amor. Pero mejor hablaremos de esta puerta.
Una puerta es una puerta, a la que yo golpeo día y noche. Y aunque nadie responda, el aire es el aire de todos los dias, las plantas son verdes como siempre, y el mismo cielo esférico me envuelve lunes, martes, miércoles,jueves, viernes, sábado y domingo.
¿Pero, qué puedo yo decir del amor? ¿Qué puedo yo decir del amor?
En cambio, esta puerta es indudable; por ella entro y salgo día y noche
hacia los verdes campos que me esperan, hacia el mismo cielo esférico y perenne.
¿Pero qué puedo yo decir del amor? ¿Qué puedo yo decir del amor?
Mejor sigo hablando de esta puerta.

Jorge Eduardo Eielson

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Mutismo




Arturo Montoto


Los días de aquel año avanzaron a distinto ritmo. Hubo días junto con semanas que durante el verano transcurrieron a un ritmo muy rápido. Sin embargo, en algunas semanas del invierno y la primavera, la probabilidad de cambio tomó las riendas de su existencia, fijando la velocidad de crucero de sus jornadas.

Y ahora se encontraba a punto de finalizar un año más, con premura por localizar el equilibrio con el medio, teniendo en cuenta las condiciones de su entorno. No obstante, comenzó una poda de formación con el fin de conducir el desarrollo de su vida, desde lo más insignificante a lo más notable y fundamental, para que su crecimiento posterior fuera progresivo y equilibrado. Y así emprendió su tarea descubriendo las nuevas metas: acepta lo que no puedes cambiar, afronta la situación con valor, no pienses tanto, sé honesta y firme, conserva la calma, sé considerada, vuélvete un elemento conciliador, no te dejes afectar por los demás, baja el nivel de expectativa...

Tanto cortó, apartando aquellas acciones, maniobras que dificultaban su actuación diaria, que llegó a seccionar sus articulaciones. Al principio, se percató que sus hombros, codos, rodillas, caderas no se agitaban y movian con la misma soltura de siempre. Poco a poco, esa parálisis llegó a los órganos de la voz, con la imposibilidad de una pronunciación clara. La poda fue excesiva, provocando un mutismo voluntario.

Aquella extraña inhibición del habla destapaba un nuevo ciclo para el año que estaba por llegar: sobre todo en situaciones sociales, le llevaría a comunicarse mediante gestos, a través de afirmaciones y negaciones con movimientos de cabeza y en contadas ocasiones, utilizaría monosílabos y expresiones cortas.


El silencio, ¿un mutismo? ¿Musita el horizonte o tu propio interior?
Griterío ese árbol de la caoba, ¿harina o tu propio interior?
Lo salvaje ¿esos tigres en oasis? ¿dormidos? ¿o tu propio interior?
Te escuchas… ¡tan lejano!… ¿eres tú lejanía o tu propio interior?

Francisco Pino

domingo, 5 de diciembre de 2010

Cualquier lugar



Quitandeira

Entre el Estado de Alarma y el frío con las correspondientes heladas preinvernales, además de la reserva de parte del presupuesto que disponía, la decisión estaba tomada: se quedaría en casa. La radio le acompañaba diariamente. Escuchar noticias, música e incluso publicidad le tranquilizaba, contribuía a no sentirse retirada de la vida social de la que se escabullía.

Y entonces sonó aquella canción: Bye, bye Rubia, de Caballeros de la Quema. La música reggae de la canción fue invadiendo su ánimo, despertando su menosprecio e incluso, la desconsideración hacía aquel que tanto se había mofado de ella, de modo hiriente y despectivo. Su recuerdo llegó como si inhalara un gas tóxico, dañino, que le dejaba sin oxígeno necesario para respirar. "Quédate donde estás, estúpido!" pensó, "nunca admití tus fingidas palabras".

Sí, quédate donde estas, que ningún vendaval te zarandee más de lo necesario, ubicándote lejos de mi soledad, donde el aire limpio permite ver más allá de la ventana sucia y ruin de tu percepción e imaginación. Descartó la intención de días pasados: regalarle un jabón oloroso para que su vida comenzara a cambiar cada vez que se lavara las manos y notara su agradable olor.


No me encuentro no me hallo, no sé. No me resisto, debe ser el calor tal vez el frío. No me trago, no me paso, parezco mi enemigo. Quisiera pedir disculpas, sentarme en la última banca, apagarme como foco tirar en el ring la toalla. No sé qué hacer con usted, dónde esconderle. No sé sí me comprende pero sé que me rabia. No sé sí me bebe entera con el vino. No sé sí usted me escupe y le caigo en la cara.

Ana María Iza


jueves, 2 de diciembre de 2010

Mariscadora




Y así, con ambas manos ocupadas con un sacho y un rastrillo y conociendo de antemano cómo era la perforación o abertura que hacían los bivalvos, se dirigía a escarbar en la arena de la playa para encontrarlos, pero no siempre podía usar la habilidad que desde bien joven aprendió, pues aquellos agujeros si llovía o hacía mal tiempo, se cubrían por completo por lo que tenía que usar con destreza las herramientas y remover repetidamente la superficie de la arena, buscando los preciados moluscos.

Escucha….El mar enreda sus dedos verdes en los arrecifes.
Es como si tu voz estuviera buscándome
sin encontrarme y sin que yo la encuentre.
Desde lejos, viene a azotarme el rostro tu silencio.

Maruja Vieira


Dependía del descenso del mar para mariscar, de las fases de la luna así como del tamaño del marisco ya que tenían que cumplir con la talla comercial, por tanto, no cogía marisco todo el año. Con el paso de los años adquirió un modo particular y exclusivo de abrazarse al mar.


Había una vez (y fueron tantas veces)
un hombre que adoraba a una mujer.
Había una vez (la vez fue muchas veces)
que una mujer a un hombre idolatraba.
Había una vez (lo fue muchas más veces)
una mujer y un hombre que no amaban
o aquel o aquella que los adoraban.
Había una vez (tal vez sólo una vez)
una mujer y un hombre que se amaban.

Robert Desnos