miércoles, 28 de julio de 2010

Resistencia


En esta ocasión, el azar quiso que la familia Pérez Sánchez se sometiera a las pruebas de esfuerzo aplicadas, que incluían un escenario extraordinariamente estresado, resistiendo con cierta dificultad a dicho ensayo. "Era como probar un puente y colocar 60 camiones encima llenos de sacos de arena. No porque se vaya a pensar que van a pasar, sino para probarlo".

Ana Sánchez al levantarse cada acude a su cita rutinaria, el baño. Mientras está sentada sobre canto del retrete, siente el precipicio bajo sus piernas, no sin antes percibir cierto estremecimiento en su cuerpo, titubeando de si será capaz de llevar a cabo su quehacer diario.

Juan Pérez después de comer, se tumba en sillón. Mira cansado las llaves del coche que le esperan colgadas en la argolla, sujetas a su cadena. En algún instante a duermevela, piensa en retirar todos sus bienes y evadir no solo sus impuestos, sino él también.

La joven Inés Sánchez Pérez que prepara todas las mañanas su mochila antes de ir al instituto, observa con detenimiento sus cosas revueltas por la habitación y en ese momento duda de qué utilidad tiene lo que aprende, aspirándo a encerrarse en su cuarto escuchando música.

La abuela Ángela sentada en su sofá, ve y oye cualquier programa de la tele sin mirar y escuchar. Aguarda el momento en el que el deceso haga su gran aparición, dando el último respiro a su cuerpo pesado.

Cuando se observa a esta familia desde el ojo de una cerradura, se demuestra que su vida no es una previsión, es solo una prueba que ayuda a despejar dudas, midiendo la fortaleza de su sistema de ánimo y esperanza. Aunque a veces, solo se perciba la avidez de esfumarse y desertar.

lunes, 26 de julio de 2010

¿Esperar el autobús?


Y mientras esperaba el autobús sentada bajo la marquesina azul para resguardarse del estío, escuchó hablar a dos chicas que se encontraban próximas a ella. Una de ellas, la chica rubia, con melena larga y ondulada, piernas estilizadas, morena, vestido del corte inglés, relataba a su amiga el momento en que encontró a su novio rodeando con sus brazos a otra en el lugar más inesperado, un estudio de tatuajes. Acudió allí para darle una sorpresa a su novio y el asombro y estupefacción fue aún mayor.

Su amiga intentaba consolarla pero nada bueno brotaba de su boca como palabras de aliento y ánimo. Poco a poco la voz de su amiga derivó en un silencio con la boca abierta que a pesar de intentar desarmar el dolor y el pesar de su amiga, en absoluto aliviaba a la pobre chica desconsolada.

Entre tanto disgusto, ella comenzó a pensar en los versos que escribió Pablo Neruda, los más tristes aquella noche. Escribir, por ejemplo: ·" Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. La noche está estrellada y ella no está conmigo."·

Pero llegó un momento que se cansó de tanto desconsuelo y aflicción, tomando otra decisión: escribir versos arrinconados, que nadie recuerda y habla sobre ellos, tal vez escribir sobre una sardina y una lagartija. O quizá, podría escribir sobre versos cómicos, disfrazados, envueltos en papel celofán y que alegraran a los que los leyeran. O también, podría escribir versos totalmente irreverentes, atolondrados, sin rima y fuera de las estrofas.

Sobre todo no perdería la oportunidad de contentarse, al igual que el gran Neruda y a pesar que ya no le quería, en ciertos momentos se sentía extraviada sin su voluntad y cariño. "Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido". Pero, del mismo modo que la humanidad llevaba décadas debatiéndose ante el dilema de si esperar el autobús o echar a andar, esta vez se incorporó e inició su andadura.

sábado, 24 de julio de 2010

El canto de las dunas

Aquellos diez minutos sobre la toalla le parecieron que duraban demasiado, como la fama imperecedera de ciertos emperadores. Se incorporó con rapidez, todo en su vida era un presentimiento. Estaba cansada de contemplar la toalla que compraron juntos el verano pasado, cerca de esta misma playa, cuando el futuro era certero e inconcebible sin su presencia.

Movida por la sensación de que algo le iba a suceder comenzó a caminar, oteando con la intención de descubrir algo, pero sin saber donde mirar. En ese momento sus ansias, angustias y tristezas asomaron a la superficie, cubriendo de negro como el petróleo, su ánimo y su cuerpo. Estaba decidida: no continuaría por ese camino, rompería todas las cintas que le ataban a él, incumpliría los cordones policiales que él inconscientemente, le había marcado en su vida.

Y mientras caminaba, generado por el viento, halló unas dunas de arena. Algunas tenían forma de media luna, otras poseían un cierto parecido a pequeñas espadas de juguete entre las manos de los niños, blandiéndolas y haciéndolas girar.

Al alejarse de los turistas y demás bañistas y, concentrándose en los granos suaves y secos de arena, escuchó un canto casi imperceptible. Aquel sonido emitido por las dunas provenía del choque entre sí de las pequeñas partículas que las conformaban. Y ese canto liberador le proporcionó cierta redención con la huida de su dolor y miedo.