
Pierre-Auguste Renoir
Se había propuesto terminar y comenzar el nuevo año, viajando de festival en festival. Cuando le propusieron participar en el coro de villancicos de su pueblo, lo encontró una nadería, sin el valor y la importancia que con el paso de los meses de ensayos y pruebas, aquel acontecimiento protagonizaría en su vida. El enfoque minimalista del evento que halló las primeras semanas de octubre, se tornaría en un suceso considerable como medio de enriquecimiento personal.
La primera velada tuvo lugar en el Auditorio de su pueblo. Deslizó el telón para echar un vistazo a los espectadores mientras ocupaban sus butacas y comenzó a temblar. Se notaba muy exaltada. Intentó recordar los villancicos pero en ese momento no pudo ubicarse y advertir alguna palabra en su mente. Intentó relajarse olvidando el miedo que le producía estar en ese escenario, por tanto, procuró dejarse llevar, no pensar en nada, exprimiendo aquel momento y sin importarle donde se encontraba.
Y así comenzó la actuación, perdiendo la mirada hacia el final de la sala para no sentir la inspección de sus amigos y vecinos. Sobre todo algo le quedó claro: siempre tantearía alguna pretensión, nunca se cansaría de aspirar a algo más. Persona nada más, propósitos entre algunos deseos, a pesar de que no siempre cumpliría con sus promesas y sus pies a veces caminarían sobre polvo ardiente. Así como su espíritu y cuerpo serían dañados física y moralmente por mentiras y dichos, nunca se sentiría destronada, siempre repararía como aprendiz de persona eternamente.
Feliz año nuevo.